Cualquiera de nosotros puede tener los recursos técnicos, los conocimientos profundos sobre su especialidad, puede saber sobre la teoría, puede saber sobre marketing, puede saber persuasión, puede tener todo, todo hecho desde el punto de vista externo, pero mientras que no tenga pasión por lo que hace, mientras no tenga constancia y perseverancia en lo que hace, realmente no va a llegar muy lejos.

Palabras más, palabras menos, esto lo leí hace unos días de un experto en internet, Alvaro Mendoza.

Decía también que el éxito no depende de cuestiones externas a uno, porque todo lo externo a uno se puede comprar, bien sea adquiriendo el conocimiento de otros, comprando la tecnología, invirtiendo recursos humanos o técnicos, pero lo que realmente marca la diferencia "está en tu cabeza", en la forma en que uno piensa de uno mismo, en la forma en que uno piensa que va a tener o no va a tener éxito.

Y terminaba con una frase de Henry Ford que dice: "Si crees que puedes o crees que no puedes tienes razón… los que renuncian son más numerosos que los que fracasan". Si uno tiene un pensamiento negativo acerca de sí mismo o acerca de los negocios y acerca del marketing, pues realmente los resultados que obtendrá van a ser igualmente negativos. Pero si en la forma de pensar se tiene una posición positiva del mundo, o si tiene una posición de confianza y credibilidad hacia sí mismo y hacia su potencial como ser humano, seguro que lo va a lograr.

La pasión, la constancia, la paciencia y la perseverancia (unidas, sin dudas, al conocimiento, la experiencia y al servicio) marcan la diferencia entre un profesional y un oportunista o un simple vendedor. Y esa diferencia tiene como destinatario al cliente quien es, en definitiva, nuestra razón de ser.